Desearía que dejara de llover en mi habitación esta noche de Octubre, mientras canto The less i Know the better y mi melancolía se lubrica coqueteando con la ira, esa que me ha hecho estrellar el puño contra las paredes a 500km por hora, en el nombre de todas las cosas que he creado y en algún momento se han volteado a apuntarme en la frente con mi ak47 de juguete, burlándose de todas mis máscaras y pelucas. Ahora yo decido ignorarlo todo, y contemplar desde mi nave este lugar sublime, colocar dos cucharillas en el freezer, bailar desnuda frente a mi gato que al mismo tiempo observa desde la ventana cómo éste, mi mundo, se derrite.
Comienzo a ver cómo le crecen flores a mis mentiras en el rostro, cómo mi boca se va colmando de nanoinsectos fluorescentes, a percibir la fragancia que han dejado en mi cuerpo estas ficciones, que no dolerían tanto si no intentaras buscar en mi mirada la verdad como la lejana luz de una estrella extinta. A veces los días se suceden tan rápido que no me da tiempo de parar de sangrar la herida y escribirla, y tan sólo puedo garabatear las hojas como algún tipo de necesidad indeseada. Podría dejar de llover en mi habitación esta noche de Octubre si escucho mi propia voz cantarle una melodía suave a mis demonios en la madrugada, después de vomitar una a una las flores y los insectos desde mi garganta.
Podría dejar de llover en esta habitación esta noche de Octubre
pero sé que es mejor que esta noche, sin luz, el agua
siga forzándome
a limpiarme
las heridas.
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